Hace poco atravesé una de las etapas más duras y emocionalmente intensas de mi vida.
Mis padres se enfermaron gravemente y tuvieron que ser hospitalizados. Un familiar muy cercano falleció de forma repentina. Y, por primera vez en mucho tiempo, tuve que pausar mis estudios para cuidar lo más importante: mi familia.

Todo ocurrió al mismo tiempo: rápido, pesado y sin tregua.
Hubo días en los que me despertaba sin saber cómo iba a llegar al final del día.
Momentos en los que dudé de si estaba haciendo lo suficiente.
Y noches donde el silencio pesaba más que cualquier palabra.


La vida no te avisa antes de ponerte a prueba.

No hay un cronograma para el duelo, ni un manual para el caos.
Simplemente te encuentras en medio de todo, haciendo lo mejor que puedes por sostenerte mientras intentas entender lo que pasa.

Si alguna vez atravesaste una temporada así —en la que todo parece desmoronarse a la vez— quiero decirte algo con claridad: No eres débil. Eres humano.

Y aunque sientas que apenas avanzas, seguir en pie ya es un acto de valentía.


Lo que me ayudó a seguir, y empezar a sanar

Aunque aún sigo en camino, quiero compartir cinco cosas que me ayudaron a navegar la tormenta. Ojalá puedan ofrecerte algo de luz si estás atravesando un momento difícil o si conoces a alguien que lo está.


1. Permítete sentir

Puede sonar simple, pero no lo es.
A menudo intentamos mantenernos “fuertes” por los demás, seguir funcionando, no quebrarnos.
Pero la verdadera fortaleza comienza cuando nos damos permiso para sentirlo todo: el miedo, la frustración, la tristeza, incluso el vacío.

Déjalo entrar. Deja que pase. No juzgues tus emociones: no son una señal de debilidad, son una señal de que estás vivo y estás procesando algo real.


2. Pide ayuda — y acéptala

Esto puede ser difícil, especialmente si sueles ser quien apoya a los demás.
Pero descubrí que la vulnerabilidad no es una carga para los otros —es un puente hacia la conexión.
Permite que tus amistades te acompañen. Apóyate en tu familia. Habla con un profesional si puedes.

A veces, escuchar un “No tienes que hacerlo solo” vale más que cualquier consejo.


3. Establece microobjetivos

Cuando todo es abrumador, pensar en grande puede ser paralizante.
Lo que me ayudó fue enfocarme en el siguiente paso pequeño:

  • Tender la cama.
  • Comer algo nutritivo.
  • Enviar un mensaje.
  • Salir a tomar un poco de aire.

El progreso no siempre es visible ni espectacular. Algunos días, simplemente presentarte para ti ya es suficiente.


4. Descansa sin culpa

Hubo momentos en los que necesitaba dormir, desconectarme o simplemente mirar al techo… y me sentía culpable por eso.
Pero sanar y cuidar no son sostenibles sin descanso.

Tu cuerpo, tu mente y tu corazón necesitan pausas.
Honra ese tiempo. Descansar no es debilidad, es reparación.


5. Reconéctate con tu “por qué”

Una de las cosas más duras de los momentos de dolor es que nublan nuestro sentido de dirección.
Lo que me ayudó fue volver —con calma y sin presión— a las cosas que le dan sentido a la vida:

  • ¿Por qué me importan las personas que amo?
  • ¿Qué tipo de persona quiero ser en esta historia?
  • ¿Qué valores no quiero soltar, incluso en la oscuridad?

El propósito no borra el dolor, pero nos da un ancla cuando todo se siente inestable.


Reflexión final

Si estás atravesando algo muy difícil en este momento —una pérdida, una enfermedad, un duelo, una transición— quiero que sepas esto:
Tienes derecho a sentirte roto y aún así ser digno de amor, descanso y sanación.

No estás solo.
Y si hoy estás en un lugar de calma, no olvides cuidar a quienes todavía están en su tormenta.

No siempre elegimos lo que nos sucede.
Pero sí podemos elegir cómo caminarlo: con cuidado, con verdad y —cuando estemos listos— con esperanza.

Gracias por leerme 💙
Ojalá algo de esto te sirva a ti o a alguien que ames.